Debate: Noruega exige a influenciadores transparentar el uso de filtros en redes sociales

A medida que las herramientas tecnológicas avanzan, los contenidos que vemos en redes sociales son cada vez más profesionales y también irreales: edición de fotografía y video, filtros de belleza e incluso filtros de voz, pueden convertir a una persona, en otra completamente distinta, y esto empieza a preocupar. Recientemente Noruega aprobó una ley que obliga a los influencers (o cualquier persona que haga uso de pauta publicitaria sobre un post), a señalar si una fotografía ha sido retocada, a fin de combatir el  “kroppspress” (presión corporal), es decir la imposición de estándares de belleza poco realistas que afecta a los más jóvenes. 

A pesar de todas las críticas, debates e intentos por combatir este fenómeno, jamás se ha podido erradicar esa admiración y aspiración natural que los humanos sentimos por lo “bello”, y poco ha podido hacer una ley para controlarlo. Sin embargo, ha sido la misma sociedad que ha evolucionado en este sentido, y vemos ahora nuevas tendencias en eso que consideramos atractivo. 

En realidad: ¿es todo con “filtro” en redes”?

Si bien existen muchas cuentas de influenciadores cuyo valor agregado se basa en el culto al cuerpo y la perfección, no son todas ni la mayoría, una gran cantidad de personas, dedicadas a la creación de contenido, han ganado su posición al mostrarse reales y transparentes, y eso le gusta a las personas. Los consumidores actuales son exigentes e instruidos, cuentan con un nivel de conciencia social y ambiental mayor al de generaciones pasadas, y en su mayoría, preferirán consumir de aquellos canales que posean sus mismos valores. 

Hashtags como #bodypositive #Thighreading #Mombody #Plussizeappreciation, entre otros reúnen una serie de fotos realistas que muestran todo tipo de cuerpos con “imperfecciones” y atraen una creciente cantidad de seguidores. Esto también ha sido impulsado por las redes sociales y una gran cantidad de influenciadores, para después ser replicado en medios tradicionales como revistas de moda y pasarelas. Vemos aquí un importante cambio de roles. 

En un contexto actual, donde la influencia en redes se ha vuelto una potente herramienta (otorga fama, dinero y voz), se creería que el poder ha pasado de manos, ya no son las grandes casas de moda, marcas, o productoras de cine y TV quienes deciden qué es aceptable o no, al parecer es la misma sociedad quien eligen a quién otorgar ese poder y por qué. 

Entonces, ¿en quién recae la responsabilidad de controlar los estándares de belleza en redes?

Los gobiernos 

Jamás han podido tener control sobre el uso de internet, su capacidad de respuesta, aletargado por procesos internos, no puede estar a la par con la inmediatez del internet y su evolución, al menos por ahora, y sospechamos que por mucho tiempo más. 

¿Cada influenciador? 

Considerando que dos personas puedan seguir una misma receta, pero solo una salte a la fama y la otra no, concluimos que cada persona está en la libertad de comunicar en sus canales como consideren correcto y según sus valores les dictan, que aquello desemboque en fama ya es cuestión de constancia, talento, un poco de suerte y sobre todo calar dentro de los valores de un nicho ya existente. 

¿Las plataformas digitales? 

Ante una ausencia de legislación, las plataformas digitales sí se han convertido en reguladores del contenido, cada una de ellas cuenta con políticas de publicidad y tipo de contenidos permitidos, que de cierta manera controlan lo esencial, como la prohibición de uso de imágenes violentas, o publicaciones de tipo discriminatorias o de alguna manera ilegales o inaceptables. Sin embargo, aún existe un debate sobre este tema, ¿deberían ser considerados un medio de comunicación, o son simplemente una plataforma libre de responsabilidad sobre los contenidos que sus usuarios publican? En este artículo ampliamos este tema.

¿Los usuarios? 

Sí. Finalmente el último filtro, y el más válido, sobre el tipo de contenido que nos llega a través de redes sociales (y medios de comunicación tradicionales) somos cada uno de nosotros, tú eliges qué quieres ver y por cuánto tiempo. Asimismo, somos responsables de inculcar este criterio en nuestros hijos, y de regular su acceso a internet.